viernes, 10 de agosto de 2007

Edición impresa


INSTITUTO DE ESTUDIOS ALMERIENSES
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Narrados por Frasquito Bullón, de Dalías.

Cita

La creatividad no es un proceso de llegar a ser o lograr, sino un estado de ser, en que el esfuerzo de la búsqueda interesada está totalmente ausente.

J. KRISHNAMURTI

Índice

- PRESENTACIÓN Lola Criado
-LA VIDA ES PORQUE TENGO PALABRAS Pepe Criado


. LA MONA
. SUFRE COCHURA POR HERMOSURA
. EL GALLO PELAO
. LUISA EN EL ZARZAL
. FIEL JUAN
. PEZ, PEZ, ¿CUMPLES CON TU DEBER?
. LA VACA FLORIDA
. JUAN SOLDAO
. EL DON DE LA OPORTUNIDAD
. EL LOBO QUE LE CRUJIO LA RABERA
. BOTA, HIJO MIO BOTA, QUE ES DE LA VIRGEN LA PELOTA
. LOS TRES CONSEJOS
. LA SUEGRA DEL DIABLO
. MARIA, TRES AL DÍA
. LA BOTA DE FRANCISCO
. LAS TRES GUARDÍAS DE ROBERTO
. EL HOMBRE QUE ENTENDÍA A LOS ANIMALES
. CHOCLA, ÁBRETE
. EL HAMBRE DE UN MILLONARIO
. POR UN PELO
. EL PICAPEDRERO
. EL LEÓN EN QUINTANADUEÑAS
. EL RAMITO DE NOGAL
. LAS TRES SONRISAS
. ¡COMPONTE MANTEL!
. PECECITO, PECECITO, UNA COSA NECESITO
. EL DRAGÓN DE LAS SIETE CABEZAS
. LOS CINCO GÜEVOS FRITOS
. LOS DISCÍPULOS DE TROMPÍN
. LA MARRANICA QUE CAGÓ MANTECA
. EL AHIJADO DE LA MUERTE
. LA LÁMPARA DE FRANCISCO
. PIEDRA DE HONOR, CUCHILLO DE AMOR
. LA MENTIRA MÁS GRANDE
. EL AMIGO DEL DIABLO
. EL HIJO DEL DIABLO
. PERÚ EL DE MARRAS
. MARIQUILLA TRIQUI
. EL LEÓN Y EL TIGRE
. NO HAY ENEMIGO PEQUEÑO
. LAS MIL Y UNA NOCHE

Presentación: LOLA CRIADO

Hace mucho tiempo, casi tanto que comenzaba el siglo, nació, en el piropo de La Alpujarra llamado Dalías, Frasquito. Su segundo apellido, Bullón, tan poco corriente en la zona, hizo que su nombre quedara así: Frasquito Bullón.

Su infancia era la infancia de la época: mucha calle, animalillos, algunos y escasos juguetes y trabajo, mucho trabajo; cuidando cabras, recogiendo almendras y, por último, la fragua.

La fragua marcó su vida, desde los 9 a los 65 años vivió por y para la fragua. El carbón, el hierro, el yunque y el marro, y las pequeñas herramientas del trabajo en La Alpujarra.

Conoció la guerra y ni la quiso ni la recordó. Fue para él, el pasaje malo de un cuento.

Desde que nació vivió rodeado de gentes pacíficas y tranquilas como todos los alpujarreños. Sus horas estaban llenas de cuentos y leyendas. Su madre, lectora autodidacta e infatigable, le contaba, junto con sus tías, muchísimas historias de tradición oral. Su trabajo en la fragua hizo que siguiera conociendo historias, chascarrillos, cuentos, ya que con el auge de la uva se llenó Dalías de gentes de La Alpujarra. Frasquito, en su taller artesanal, oía, entre golpes de marro y ruido de fuelles, historias de otros lugares. Y todas las iba archivando en una memoria prodigiosa.

Le contó los cuentos a sus hijos y a sus vecinos en las noches de verano tomando el fresco y en el invierno al amor de la chimenea, a sus nietos, en los en los largos días de su vejez, siendo y sintiéndose útil y sabio, como los viejos de todos los cuentos y anteriores culturas.

Hoy, continuará entreteniendo con sus chascarrillos a las legiones de bienaventurados, sin hacerse notar demasiado, pero con la frescura de lo auténtico, del pueblo.

Y me tiembla la mano cuando recuerdo su filosofía, su vivir.“Ca uno es ca uno y todos somos hijos de las circunstancias.”

Y recuerdo con orgullo, como se le recuerda por las personas que le conocieron: Un buen hombre.

Su vida, como la mayoría de sus cuentos, también tuvo su final, y entendemos que fue un final feliz, rodeado por su familia y sus vecinos, querido y respetado por todos, sin sufrir ni haciendo sufrir.

Y dejándonos la esperanza de que, algún día, volveremos a oírle.¡Cuantas historias nos tendrá preparadas!

Ahora disfruta de sus cuentos, de su lenguaje sencillo, de su popular retórica y verás como te identificas con un acervo cultural, que por desgracia, tiende a desaparecer.

La vida es porque tengo palabras: PEPE CRIADO

Mi abuelo paterno murió a mediados de los años 60. Yo era bastante niño pero le tengo, entre otros vagos recuerdos, en dos imágenes muy concretas. Una de ellas, imborrable, es su pausado andar, la calle de la fuentecilla arriba, cargado de leña y, curiosamente, esta imagen la recuerdo acompañada de sus mañaneros golpes partiendo los troncos de parra en la puerta de la casa.

Afortunadamente no tengo disociados imagen y sonido en uno de mis recuerdos más queridos en la infancia: Mi abuelo José sentado frente a la chimenea, con su chalequillo, la pelliza por los hombros y los pantalones de pana negros, nos "echa" cuentos a mis dos hermanas y a mí.

Lo único malo de los inviernos en Dalías es que no hace frío pero, no obstante, alrededor de aquella chimenea, en una casa humilde, tuvimos la dicha de inundarnos del calor que no entiende de temperatura sino de sentimientos.

Años después supe que había sido mi abuela la verdadera apasionada de los cuentos populares. Aprendió a leer con mucho esfuerzo y convirtió cualquier cosa legible en su deleite, por lo que no resulta extraño que de los cuentos que "echaba" a hijos y vecinos podamos ver versiones en los popularizados de Calleja o los grandes escritores de su época.

Pero también sus historias le llegaron de la más pura oralidad; variantes de estos cuentos podemos encontrar en el resto de Andalucía (RODRIGUEZ ALMODOVAR); en Asturias (ARRIETA GALLASTEGUI), donde se cuenta El herrero de Posada, similar a Juan Soldao; en Marruecos, donde se narra el cuento Las dos cabritas (Pág. 94) que es paralelo a El picapedrero aquí narrado, y, también, Lunya, similar a nuestro Luisa en el zarzal (Pág. 206) (GIL GRIMAU/IBN AZZUZ) o en el Líbano, donde se cuenta La historia del pez mágico, (Pág. 126) similar al Pececito, pececito, una cosa necesito, incluido en este libro (HANAN AL-SHAYKH)

De mi abuela, que murió tres meses después de nacer yo, la tradición familiar de contar cuentos quedó en su hijo mayor, mi tío Francisco Criado Bullón, nacido en 1915 y conocido familiarmente en Dalías por Frasquito Bullón. Él ha mantenido en vilo a bastantes generaciones de chiquillos del barrio de La Herrela, en la puerta de su casa, durante las noches de verano y ahora su voz queda en estas páginas, aprisionada porque pierde el vibrante instante de oírsela en directo, pero reveladora de la recreación que cada persona hace de la vida a través de la palabra.
Agradezco a mi tío la paciencia conque me honró cuando aquel verano de 1988 estuvimos grabando estos cuentos y también le agradezco, tanto como a mi padre, su hermano, el especial don de paladear la vida en permanente contemplación y constante sorpresa ante lo cotidiano que nos han transmitido a toda la familia.

Y celebro el curioso paralelismo que este libro tiene con el titulado Cuentos populares andaluces publicado por la Universidad de Sevilla y preparado por el filólogo Poul Rasmussen con textos narrados por la sevillana María Ceballos. Realizamos la recopilación de los cuentos en los mismos años, con el mismo método, grabándolos, y con el común fin de transcribirlos en andaluz, con las expresiones y palabras tal como fueron contados.

Doy las gracias también a mi tía Merceíca y a mi prima Rosalía, que pusieron todo el interés y siguieron las grabaciones para que fueran lo más fieles posibles a la tradición oral.

Y, cómo no, gracias a mi tío Frasquito, que siguió la costumbre familiar de contar estos cuentos hasta nuestros días y que hizo posible que ahora estén reunidos en este libro ya para siempre.

En Dalías, sobre 1925, con diez años, él ya oía estos cuentos, según sus propias palabras: To estos son cuentos que me contaba mi madre al calor de la chimenea, con la lumbre de troncos en la chimenea.

LA MONA

Un rey tenía tres hijos. En el palacio vivían mu agustico, mu bien. Era un rey mu bueno, tenía buenos administradores y llevaban mu bien la nación ¡vaya! vivían encantaos de la vida. Pasa el tiempo, y lo propio, los hijos se van poniendo grandes; se ponen ya pollanconcillos, van al colegio, se educan... Cuando el mayor llegó a la mayoría de edad le dice su padre:
- Mira fulano, vas a salir y vas a tráete un vestido de novia de lo mejor que haiga, el mejor que encuentres en el mundo. Tú recorre el estao y el que más te guste lo traes.
Pilla su caballo, que eran los aroplanos que había entonces, pilla el caballo pum pum pum y recorrió to el estao. Al mejor telar que llegó encontró lo más bueno que había y lo más bonito; pues fue y se lo llevó a su padre. Hicieron un restriño, lo pusieron presentao en una urna y le dice el padre:
- Bueno, ya es un trabajo que has hecho. Ahora vas a pillar el camino y vas a tráete los zapatos más bonitos que haiga.
Pos va, coge su caballo, pilla el camino y recorre otra vez to el estao y to los maestros zapateros y llevó a su padre unos zapatos que era lo que había que ver en el asunto de zapatos. Cuando ya tuvieron el vestido y los zapatos puestos en la urna, el rey le dice al del medio:
- Tú tienes que hacer como tu hermano.
Hizo lo mismo, recorrió el estao, y si lindos eran los que llevó el primero pos más lindos eran los que llevó el segundo. Sale haciendo su recorrío, y si el vestido lo llevó bueno el primero pos el segundo no le iba en zaga; como es natural le dijo el hermano donde estaban los sitios donde había comprao. Y con los zapatos los mismo.
Cuando ya estaban el vestido y los zapatos que habían traío cada hermano en una urna, el padre llama al menor. Y el menor era más chungo, ¡era más chungo que decilo!
- Mira lo que han hecho tus hermanos; mira qué vestidos y mira qué zapatos, ¡dan ansias de velos!, ¡se van de la pared de lo hermosísimos que son! A ver lo que tú haces.
Conque entonces va el menor, se echa a reír con sus chungas y pilla el caballo, le echa la brida así por lo alto del cuello y le dice:
- Vamos donde tú quieras.
Y el caballo sale anda que te anda, anda que andarás. Y sigue un día andando, otro día andando; ande le parecía hacía posá o hacía noche, según le pillara, o en la posá la estrella o algún pueblo, según le pillara al pobre pos así lo iba haciendo.
Conque llega a un bosque cerrao que no había por donde menease. Ya que s’ha dentrao un cacho en el bosque, ve un mono por aquí, otro mono por allí, otro por aquel lao y otro por el otro lao. Y el caballo anda que te anda, no paraba. Conque llega al medio del recinto que tenían los monos y salta una mona y dice a otro:
- Je, je, ¿no sabes una cosa?
- Pos ¿qué pasa?
- Mira el hijo del rey que viene buscando, nada, ya ves tú, unos zapatos.
- Escucha, pos aquellas esparteñas que nos encontremos en aquellos cerros, ¡que se las lleve!
De modo que se bajó del caballo, estuvo saludando a la mona, comió, descansó el caballo. Pa irse pilla sus esparteñas hechas peazos y llega al palacio y le dice al rey:
- Padre, mire usté lo que traigo.
- Sí hijo mío, eso merece lo suyo, lo mismo que lo de tus hermanos.
Y puso las esparteñas en otra vitrina al lao de las otras dos.
- Ahora tienes que traer el vestío.
- No tengo inconveniente ninguno; lo mismo que he traío los zapatos me traigo el vestío.
Le echa la brida otra vez a lo alto el pescuezo al caballo y dice:
- Lo que tú quieras, lo mismo que antes haz ahora.
Pues el caballo, ni corto ni perezoso pum pum pum pues el mismo camino. Ya los monos estaban a expectativa y lo columbraron.
- ¡Eh! ¡Que ya viene el hijo del rey! ¡Que ya viene!
- ¿A qué vendrá ahora?
- Ya nos enteraremos, ya nos enteraremos.
Conque ya, la que estaba más avispaílla allí dice:
- Ya está aquí otra vez. ¿A que no sabes a qué viene ahora?
- ¿A qué?
- Ahora viene a por un vestío de novia.
- Escucha, no hay problema. Ahí hay una roílla que está hecha peazos y dásela que se la lleve. Cogen la roílla y se la lían en un cacho palo. Sale andando y llega al palacio.
- Padre, tome usté lo que ha mandao. Esto es lo que traigo.
- Nada, hijo mío, nada. Cuando lo has traío se tiene que poner ahí a su sitio.
Ya estaban las tres vitrinas completas. Y claro, tos los que llegaban y veían las dos cosas tan lindas y la cosa tan deslinda pos era una pura risión. Y dice el padre:
- Bueno, ya están los zapatos y el vestido de novia; ahora falta la novia. De modo que tenéis que buscar una mujer que os agrade y que podáis convivir to la vida, que esto es una cosa que es sagrao, que es pa siempre. Lo mismo que yo me casé con vuestra madre vosotros tenéis que hacer lo mismo con vuestras mujeres.
Sale el mayor pim pim pim anda que te anda con su caballo haciendo su recorrío, lo natural, y buscando a ver. Cuando vio él una que hablando siempre en reuniones y eso, se lo propuso y dijo que sí. Preparan las cosas y se van a palacio. Y si hermosísimo era lo que había allí puesto, lo que había llevao lo primero, aquella pintura de mujer tan hermosa, tan linda, pues aquello deslumbraba al sol.
Los palaciegos y tos los que llegaban a ver la novedad se queaban con la boquita abierta al ver aquél cuerpo, aquellos ojos, aquella cara, aquél perfil de mujer. Bueno, entonces el rey le dice al del medio:
- Mira tu hermano, ahí no se puede perder na, a ver lo que tú haces.
Sale el segundo pum pum pum se hace el recorrío y si guapa era la mujer que llevó el hermano, no le iba en zaga la que llevó él pa convertirla en princesa, nada, mu bien, una habitación pa una y otra habitación pa otra hasta que fuera el casamiento. Y le dice el padre al menor:
- Mira ahí tus hermanos. Tú termina también.
- Yo... lo que venga viene bien.
Conque pilla el caballo, le echa otra vez la brida al cuello y le dice:
- Tira de la ruta que quieras, que ande tú me lleves allí que voy.
Sale el caballo pim pam pim pam pim pam al mismo sitio. Ya hasta los monos chiquitillos lo conocían y meneando el rabo, de contento tos decían:
- ¡Ya viene! ¡Ya viene!
Pero más contenta meneaba la mona el rabo tavía. Llega a mitad del recinto y le dice una mona a otra:
- ¿A que no sabes a qué viene ahora?
- Sí, mujer, nos vamos a enterar, pero ahora mismo.
- ¡No! ¿Sabes a lo que viene? A llevase a una princesa pa casase con ella.
Y entonces dice la otra mona mientras se monta en lo alto de la grupa.
- Pos yo me voy con él.
Se monta en la grupa del caballo, se abraza a él por detrás y sale el caballo pum pum pum camino del palacio. Hacían noche... donde les pillaba allí se quedaban. Él con su mona debajo de un árbol, en una cueva o donde pillaban. Llegan a palacio y estaba la gente, los palaciegos y tos, a ver lo que traía el príncipe; como ya tenía lo que tenía allí pensaban que arreglá al santo así sería la peana. Se presenta al rey.
- ¿Qué traes ahí?
- Mi novia.
- ¡Hombre por Dios! Bueno, mu bien. Llévala a su habitación.
Pasaron los días, hicieron una fiesta y organizaron la celebración del casamiento de los príncipes, ca uno con su novia. Las dos primeras se habían probao los zapatos, y los vestíos lo mismo, y le sentaban a la perfección, estaban que daban encanto. Y allí estaban las esparteñas, la roílla lía en el palo pa que no se cayeran los cachos y la mona.
Organiza el rey la fiesta, y ya ves tú si invitarían a personal, como es natural, de tos los alrreores, del palacio, de familiares d’ellos y de las novias, pero de monos nada, na más que la mona. Y tos se queaban haciendo cruces: "¿Qué va a hacer el rey con eso?" "¡Pos anda que el príncipe con la mona!"
Va el rey, prepara la ceremonia, ya estaban to los grandes allí, y maceros, la orquesta lista pa empezar el baile. El rey primeramente tenía que bailar con las tres novias y saca a la primera.
- Señorita, ¿me acompaña a inaugurar el baile?
Se ponen a bailar y pom pom pom ¡ya verás! una cosa de miedo de lo bonito y les hicieron muchos aplausos. Baila el rey con la segunda y terminan pos lo mismo, con un aplauso.
- ¡Veremos a ver ahora el rey con la mona!
A la mona le habían puesto unos lacicos y le dice el rey:
- ¿Baila usté, señorita mona?
Y al decir eso se le cayó la piel y resultó una princesa, que si guapas eran las otras dos, le ganaba a ellas y a otras dos más de guapa. Sus zapatos eran de oro y diamantes, una cosa imponente de bueno; y si es el vestío, de lo que no había. Entonces le dijo ella:
- Mire su majestad. Mi reino, por una cosa que hizo mi padre, nos castigaron y nos convirtieron a tos en monos. Y hasta que un rey no dijera las palabras que ha dicho usté no se rompía el encanto. De modo que ahí se queda usté con sus dos hijos y sus dos yernas, pa ellos que sea el reino, que nosotros con el mío tenemos bastante y de sobra.
Ya se casaron los tres, vivieron felices, comieron perdices y una mijica de alcaravea pa que tú te lo creas.

SUFRE COCHURA POR HERMOSURA

Una vez había dos hermanas y tenía ya la más joven lo menos setenta años, ya viejas, demacrás, to su ilusión es que tenían ganas de casase. Y la gente del pueblo, que lo sabía, que las conocía, como nos conocemos tos en los pueblos, y sabían que no podían ni siquiera arrastrar las patas las pobreticas. Pues llega un viajante, y en aquellos tiempos venían y se tenían que tirar un par de días en el pueblo porque no había coches ni correos.
- Bueno, ¿cómo le vamos a dar el chasco a estas?
Y había una mujer en el pueblo que hacía, con rábanos, hacía unas manos que parecían de verdad, lo mismo que se lían las ristras de ajos. Ya sabían que aquel viajante tenía ganas de casase con una mocica del pueblo y las de pueblo y las de capital toas saben leer y escribir. Como sabían que tenía mucha gana van y le dicen a aquella:
- Vas a hacer una mano, una mano de rábanos pero que sea perfecta.
Y pillan al viajante, y en combinación con otro, van a casa de las hermanas y tocan.
- ¿Quién?
- Servidor.
- Aquí vivimos dos mocicas que no queremos abrir, que hay mu malas lenguas luego.
- No, no, si yo lo que quiero es na más que des... agarrar una mano na más por debajo la puerta.
Las puertas en aquél tiempo tenían gateras pa que entraran los gatos a por los ratones, no había matarratas. Conque va una y mete la mano de rábanos, la tienta el tío.
- ¡Uy, que mano más suave! ¡Qué cosa más linda! Yo contigo me caso.
- Yo también, yo también. Pero tenemos que casanos a ciegas, no me tienes que ver hasta que nos acostemos.
Total, les echan las bendiciones, y ya de noche, cuando van a acostase, enciende un candil en la habitación y el viajante, de que ve aquél esperpento, la agarra y la tiró por el balcón. Y había un peral mu grande debajo y en una rama se quedó la pobre enganchá.
- ¿Y adónde voy a la hora que es? ¿Cómo salgo yo de aquí? Pasaré aquí la noche y por la mañana me iré por ahí que Dios me ampare.
Así que el viajante se acostó y se quedó dormío. A esto ya, casi entre dos luces, queriendo venir el día, pasan por allí tres cornejas volando. Y dice una:
- ¡Ay que ver! ¿No sabéis lo que ha pasao?
- No.
- Pos que a la tía Melindres, que está con la hermana, la pasao esto. Han hecho una mano y sa casao con un viajante engañao, y el pobre, cuando ha visto eso, la tirao por el balcón y fíjate la tía Melindres donde la tienes ahí.
- Mira, ¿pos sabes tú lo que voy a hacer? Que yo la voy a poner de quince años.
La puso de quince años y la vieja se convirtió en una moza, ¡ya ves tú, con quince abriles! Conque dice otra corneja:
- ¡Pos yo la voy a poner con un pañuelo de seda de los que se vayan!
Y el pañuelo es que se iba de la seda hermosa y lo bien hecho que estaba. Y dice la otra corneja:
- ¡Pos yo le voy a regalar el vestío de novia más hermoso que se pueda conocer!
Y se quedó vestía de novia ¡vaya, hecha una maravilla! Conque por la mañana, y la pobretica llorando, abre él el balcón pa que entrara la gracia de Dios, pa vestise y ise, y la ve.
- Pero, ¿qué haces ahí, muchacha?
- Que quiere usté que haga, pos si anoche me tiró usté por el balcón.
- ¡Que yo te iba a tirar a ti por el balcón! ¡Pero que estás diciendo mujer!
- Pos yo de aquí no puedo meneame ni he podío soltame, aquí estoy enganchá en el peral.
Fue, la descolgó del peral. Ya se metieron en la casa y estaba él más contento que unas pascuas.
- ¡Anda que la perla que yo iba a tirar! ¡En el mundo! ¿Quién me iba a decir a mí esto? Pero mujer y por qué no me dijites...
- Si me tomates y me tirates, no me dio tiempo a decir na.
Ya hicieron su vida normal. Él pilla el camino, se iba por ahí y venía. Pero la hermana de ella se ponía:
- ¡Tata, tata, tata, yo quiero casame, yo quiero casame!
- Pero mujer, ya te sadrá novio.
Y un día se pone ella en combinación con el barbero y le dice:
- Mira, me pasa esto con mi hermana y vamos a quitala del medio. Yo te pagaré bien pagao. Yo le diré que es que m’han afeitao y tú te encargas de afeitala y le cortas el pescuezo.
Y le dice a su hermana:
- Pos mira fulana. Es que me pasó esto, el barbero me afeitó y mira que bien m’ha dejao.
- Yo quiero también, yo quiero.
- Te hará daño y to eso, tú no te preocupes.
Se va al barbero, se sienta y se lía el barbero venga dale jabón. Y ella venga decir:
- Sufre cochura por hermosura... sufre cochura por hermosura... sufre cochura por hermosura...
Y en una de esas hace ¡cataplum! le cortó el pescuezo. La enterraron y ella siguió viviendo tan agustico.